Autismo en la etapa adulta
A pesar de hacerse hincapié en los niños, el autismo es un síndrome que perdura durante toda la vida del individuo y los déficits sociales, emocionales y comunicativos que definen a los trastornos del espectro autista (TEA) continúan y suponen un gran impacto en todos los aspectos de la vida en la adolescencia y en la edad adulta.
Como es sabido, los TEA son alteraciones del neurodesarrollo caracterizadas por dificultades innatas de la interacción social y la comunicación, y por un patrón de intereses y actividades muy restringido y estereotipado. Las personas con TEA tienen un carácter crónico y las diferencias interindividuales son muy importantes, con grados de afectación muy variables. Pero, ¿qué sabemos de las personas afectadas cuando llegan a la edad adulta? ¿Cómo evolucionan los niños que presentan estas graves dificultades para interaccionar y comunicarse con los demás?
Los estudios de seguimiento que existen sobre personas con TEA ofrecen resultados dispares que evidencian la enorme heterogeneidad de los casos, no sólo de los cuadros clínicos iniciales, sino también de otros muchos factores ligados estrechamente a la evolución posterior, como son el entorno familiar, social o escolar, los tratamientos recibidos o el tránsito a la vida adulta. No obstante, existen datos globales que permiten extraer algunas conclusiones generales:
- Cociente Intelectual (CI): hay una notable estabilidad de las puntuaciones desde la infancia a la edad adulta, pero al mismo tiempo hay constancia de que ciertas personas (caracterizadas por mostrar un C.I. inicial bajo y crisis epilépticas) pueden manifestar un deterioro significativo de su inteligencia al llegar a la adolescencia.
- Niveles de actividad: del mismo modo que durante la infancia muchos niños o niñas afectados de TEA se muestran hiperactivos, al llegar a la edad adulta una proporción importante de esta población se vuelve muy hipoactiva, pasiva.
- Progresos cuantitativos: una característica muy relevante de las personas con TEA es que los progresos en muchas áreas tienen un carácter más cuantitativo que cualitativo, es decir, las mejoras que podamos observar no implican necesariamente una modificación de la estructura nuclear del trastorno. Por ejemplo, un niño con TEA puede disminuir su tendencia al aislamiento y tolerar mucho mejor los contactos sociales, pero al mismo tiempo podremos observar que los rasgos de sus relaciones interpersonales no se modifican, por lo que seguirá manifestando poca flexibilidad y espontaneidad, y mayor dificultad en entornos o situaciones poco estructurados.
- Problemas conductuales (también denominadas conductas desafiantes o interferentes): no hay datos que indiquen un aumento de los problemas de conducta a partir de la adolescencia, pero el hecho es que muchas familias refieren una mayor problemática. Esto se debe, generalmente, a un incremento de los efectos de las conductas desafiantes (por el aumento de peso, tamaño, fuerza, etc.).
- Trastornos psiquiátricos: las dificultades que los individuos deben afrontar, a menudo sin ningún apoyo o ayuda, provocan muchos trastornos psicóticos cuando estas personas se hacen mayores. Se registra una frecuencia superior de depresión, ansiedad y trastornos afectivos.
- Comunicación: muchas de las dificultades de comunicación que presentan estas personas en la infancia tienden a persistir durante la adolescencia e incluso más tarde, no sólo a la hora de adquirir aptitudes de comunicación, sino también para asimilar el significado de lo que ven y oyen.
En general, el lenguaje mejora muy lentamente, no obstante, si el niño no adquiere habla funcional a los 6 años, el desarrollo futuro será probablemente limitado. Siguen presentando dificultades para la conversación, pues existe falta de reciprocidad en su lenguaje (no están motivados a escuchar a los demás) y tienen problemas para hablar cuando es su turno y con la duración de una conversación (interrumpen a los demás, dejan largas pausas, etc.). Asimismo, las anormalidades en la enunciación y la entonación permanecen (se produce un modo de expresión pedante y la calidad del discurso es muy mecánica o forzada).
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