Desarrollo del lenguaje: el papel de los padres
Los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo del lenguaje de un niño, pues es mucho más fácil su estimulación durante este período que una vez pasada la etapa. En esta etapa, el niño pasa la mayor parte del tiempo con sus padres, que son el modelo a seguir, por eso ocupan una figura crucial como primeros educadores de sus hijos.
Además, aprender a hablar es esencial para otros aspectos de su desarrollo, pues el desarrollo cognitivo, social y emocional del niño dependerá de sus habilidades comunicativas, de modo que una estimulación temprana del lenguaje beneficiará todos los aspectos de la vida del niño.
La estimulación del lenguaje comienza desde el momento en que nace el niño y, a partir de ahí, surgen cada día un gran número de situaciones en las que pueden aprovechar para favorecer el desarrollo de la comunicación: hablarle en el momento del baño, jugar mientras le animan a que continúe con los primeros sonidos o balbuceos, acompañarle cuando se va a dormir y aprovechar para leer un cuento o conversar con él, reforzarle con sonrisas, realizar tareas del hogar juntos, etc.
Además de estimular el lenguaje en las situaciones comentadas previamente, conviene tener en cuenta una serie de factores que intervienen en el desarrollo del lenguaje de los niños y que pueden trabajar en el hogar diariamente:
Cuidar los hábitos alimentarios: unos hábitos alimentarios correctos favorecen el adecuado desarrollo de la musculatura maxilofacial y bucolingual, la cual es necesaria para producir determinados sonidos en el habla, pero se requiere una determinada tonicidad muscular. Por esta razón, deben evitar que sus hijos abusen de las comidas trituradas (enseñando al niño a comer alimentos cada vez más sólidos), así como del chupete y el biberón, pues el uso continuado en el tiempo puede deformar el paladar y, a su vez, afectar a la dentición, a la musculatura de la lengua, los labios, etc.
Respetar el ritmo del niño: es muy importante que esperen a que su hijo termine de hablar cuando se expresa, sin interrumpirle cuando cuenta algo, ni anticipar su respuesta aunque tarde en darla.
Cuidar nuestro propio lenguaje: no emplear un lenguaje demasiado infantil. Debe ser claro y adulto, utilizando frases cortas, pero que tengan un gran sentido para el niño. También deben evitar los diminutivos, ya que su hijo les imitará y terminará hablando con un lenguaje demasiado infantil. Del mismo modo, deben vigilar su tono de voz (si gritan o hablan deprisa, él terminará haciendo lo mismo).
Enseñarle cómo expresarse: cuando el niño emplee alguna frase incompleta, pueden repetirla con todos sus elementos, ampliando la información que él ha dado (“coche papá” – “sí, es el coche de papá”); si pronuncia una palabra incorrectamente, deben ofrecerle el modelo adecuado (“eca” – “muñeca”), etc.
En definitiva, el lenguaje es una destreza que se aprende de forma natural, a través de una serie de intercambios con el entorno que rodea al niño, por lo que la estimulación debe realizarse de la misma manera, a través del diálogo y el juego. El niño debe disfrutar e ir experimentando con el lenguaje en distintas situaciones, por tanto, no se agobien si presenta un ritmo de adquisición más lento. Hablen mucho con su hijo, escuchen y dejen que se exprese. Lo más importante es la motivación del niño y su interés por la comunicación.
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