Detección Precoz del Autismo
El autismo es un trastorno del desarrollo de tipo neurobiológico que afecta a la comunicación, la socialización y la conducta del niño durante toda su vida. A diferencia de los niños con desarrollo normal, estos niños en edades tempranas presentan graves dificultades para establecer el contacto visual con sus progenitores, iniciar y mantener intercambios comunicativos verbales o no verbales, imitar acciones y expresiones comunicativas y sociales de los otros, presentan un repertorio limitado de expresiones emocionales, etc., por lo que la detección precoz del autismo resulta indispensable para favorecer o compensar el correcto desarrollo del niño y mejorar la calidad de vida del mismo.
¿Por qué una detección precoz?
Una identificación temprana del autismo permite remitir al niño lo antes posible a una evaluación diagnóstica completa y comenzar así una intervención temprana en las áreas mencionadas, asesorando a la familia en el manejo de las situaciones. De esta forma, el pronóstico de tratamiento mejora considerablemente, especialmente en el control del comportamiento, las dificultades de comunicación y las habilidades funcionales en general.
Además, el período que transcurre desde las primeras sospechas hasta el diagnóstico del caso provoca incertidumbre y desorientación para las familias, de manera que todos los recursos y apoyos que podamos proporcionar a la familia va a reducir notoriamente el estrés de la misma y va a ayudar a planificar los servicios requeridos posteriormente.
¿Cuáles son los síntomas o signos de alarma?
La aparente normalidad que muchos niños con autismo muestran en su desarrollo y la sutileza de los síntomas precoces dificultan su detección temprana, pero para facilitar esta tarea describimos a continuación las principales preocupaciones que suelen presentar los padres sobre sus hijos menores de 2 años, las cuales deben ser consideradas como señales de alerta:
ÁREAS DE COMUNICACIÓN Y SOCIALIZACIÓN:
- Casi nunca atiende cuando se le llama (puede que sospechen de sordera).
- No señala para mostrar o compartir su interés, tampoco para pedir o señalar interés por algún objeto concreto.
- No ha desarrollado el lenguaje oral, o parece que lo ha perdido.
- Sí tiene lenguaje, pero lo usa de manera peculiar o es muy repetitivo.
- Se ríe o llora sin motivo aparente.
- No reacciona casi nunca ante lo que ocurre a su alrededor.
- Parece no interesarse por los demás.
- Apenas mira a la cara sonriendo a la vez.
- Generalmente, no se relaciona con los otros niños (los ignora o evita, no imita sus juegos).
- No suele mirar hacia donde se le señala.
ÁREAS DE JUEGO Y EXPLORACIÓN DEL ENTORNO:
- Es muy sensible a ciertas texturas, sonidos, olores o sabores.
- Tiene movimientos extraños, repetitivos o posturas del cuerpo, brazos, manos o dedos.
- Presenta rabietas o resistencia ante cambios ambientales.
- Tiene apego inusual a algunos objetos o estímulos concretos.
- Usa los juguetes de manera peculiar (girarlos, tirarlos, alinearlos,…).
- Apenas realiza juego social, simbólico o imaginativo (“hacer como si…”, dar de comer, bañar o vestir a un muñeco).
- Sus juegos suelen ser repetitivos.
Es muy importante tratar de identificar el patrón general de comportamiento del niño en relación a lo esperado para su edad, ya que no hay ningún signo por sí solo que indique la presencia de autismo, no obstante, la manifestación de alguno de estos comportamientos constituye un motivo suficiente para realizar una interconsulta al área de Neurología o Psiquiatría infantil y llevar a cabo una valoración. También es importante que tengan en cuenta que entre los 2 y los 4 años, los trastornos severos del lenguaje pueden confundirse con un diagnóstico de autismo, ya que este último se caracteriza entre otras cosas por una dificultad importante de las habilidades lingüísticas.
Una vez diagnosticado el niño, ¿cómo se interviene?
Una vez realizada la interconsulta al área de Neurología o Psiquiatría infantil y completada la evaluación integral del niño con diagnóstico de autismo, se inicia una intervención multidisciplinar en la que actúan distintos profesionales (pediatra, neurólogo, psicólogo, logopeda, etc.). Para que la intervención sea eficaz, ésta debe estar centrada en el niño y su familia, abordando desde un enfoque global los problemas básicos del autismo (déficits en habilidades comunicativas, déficits en interacción social y repertorio restringido de intereses) y coordinando los servicios sanitarios con equipos especializados de tratamiento y otros agentes educativos.
La participación y orientación de las familias resulta indispensable en la intervención, así como de las personas que forman parte de la vida cotidiana del niño (profesores, equipos escolares, acompañantes, niñeras, etc.). Si logramos la cooperación del entorno que rodea al niño, esto favorecerá el mantenimiento y la consolidación de los logros terapéuticos en los distintos ámbitos de desarrollo del niño con autismo.
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