Los accidentes cerebrovasculares (ACV) o ICTUS son déficits neurológicos focales de origen vascular y de instauración brusca y súbita, sin que haya mediado traumatismo (es el equivalente a un infarto de corazón, pero en el cerebro).
Existen dos tipos principales de ictus. Los ictus hemorrágicos o hemorragias cerebrales, que se producen cuando un vaso sanguíneo (vena o arteria) se rompe, y los ictus isquémicos o infartos cerebrales, que ocurren cuando una arteria se obstruye por la presencia de un coágulo de sangre.
En función del tipo de Ictus, la localización y la duración de la sintomatología serán las secuelas, el daño cerebral adquirido puede ser irreparable y dejar secuelas graves, que repercutan de forma notable en la calidad de vida de los afectados, por lo que la intervención logopédica precoz y de otros profesionales, sobre todo en los 6 meses tras el ictus es, muy importante.
En la rehabilitación del ictus están involucrados diferentes profesionales, neurólogo, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta, logopeda, psicólogos, etc. que deben de abordar su rehabilitación de manera multidisciplinar. El logopeda es el profesional que interviene en la rehabilitación del habla, la deglución, el lenguaje y la comunicación tras haber sufrido un ictus.
Alteraciones del lenguaje o afasia: los pacientes pueden presentar trastornos afásicos con pérdida total del habla, pérdida de la capacidad para expresarse, pérdida de la capacidad de comprensión o mezcla de ambas. El logopeda se encargará de la rehabilitación del mismo, ayudando a restaurar las funciones alteradas y dotando al paciente de un sistema de comunicación alternativo mientras se consigue.
Parálisis facial: la parálisis facial afecta a la movilidad voluntaria de los músculos de la cara, puede afectarse una hemicara entera (frente, ojos, nariz y boca) o sólo a la mitad inferior (nariz y boca). La simetría facial se pierde, perdiendo la expresividad, y la capacidad de cerrar el ojo o los labios del lado afectado lo que influye en el control de la secreción salivar, la masticación-deglución y el habla, ente otros, por lo que el papel del logopeda es fundamental.
Alteraciones del habla o disartria: en este caso se altera el esquema motor del habla (no el lenguaje) y, junto a la debilidad o pérdida de movilidad de los órganos bucofonatorios y/o del sistema respiratorio, se pueden afectar la articulación, el ritmo y la fluidez del habla, así como la voz y el timbre.
Disfagia: tras un accidente cerebrovascular los pacientes pueden presentar dificultades en las diferentes fases de la deglución. Ya sea en la formación del bolo y el trasporte hacia la parte posterior hasta que se activa el reflejo deglutorio (fase oral o preparatoria), en el paso del bolo por la faringe hasta el esófago (fase faríngea) y/o en el paso del bolo al esófago y por este al estómago (fase esofágica, involuntaria). En cada fase intervienen distintos músculos y se producen distintos pasos por lo que el logopeda se encargará de valorar la musculatura y los nervios afectados para conseguir una deglución eficaz y segura tras la rehabilitación.
Todas estas alteraciones influirán en la calidad de vida del paciente, afectando a la comunicación y socialización ya que presentarán problemas de comprensión en las actividades cotidianas, dificultades para entender la televisión o la radio o comunicarse y/o alimentarse con familiares y amigos. Como consecuencia pueden aparecer depresiones y aislamiento social, por lo que, la labor del logopeda en el ictus es fundamental en la recuperación de las habilidades comunicativas para que, en la medida de lo posible, puedan llevar una vida “normal”.