Parálisis Cerebral Infantil: Alteraciones en el lenguaje, habla, voz y deglución

Como ya comentamos en artículos anteriores, la Parálisis Cerebral Infantil es un trastorno persistente del movimiento y de la postura, causado por una lesión no evolutiva del sistema nervioso central (SNC) durante el período temprano del desarrollo cerebral, limitado en general a los tres primeros años de vida.

Debido a la plasticidad del cerebro en desarrollo, sus manifestaciones clínicas pueden cambiar con el transcurso del tiempo y las zonas indemnes del cerebro pueden asumir parte de las funciones de las áreas lesionadas. Para ello, es necesaria una detección precoz y atención temprana del trastorno.

Signos precoces en la Parálisis Cerebral Infantil (PCI)

 

La lesión en la PCI es estable (no progresiva) y los trastornos son persistentes, no obstante, cambian con la edad. Además, las manifestaciones de cada niño dependen de la extensión y la localización de la lesión cerebral, así como de la capacidad del cerebro a adaptarse a ella. Por lo general, los primeros signos clínicos aparecen entre el nacimiento y los tres años, existiendo una serie de signos precoces (3-4 meses) que pueden hacer sospechar de alguna alteración:

  • Alteraciones de la deglución y habilidades oromotoras en el recién nacido.
  • Ausencia de movimientos espontáneos a los 2-4 meses.
  • Ausencia de sonrisa social a los 3 meses.
  • Ausencia de seguimiento ocular a los 3 meses.
  • Ausencia completa de sostén cefálico a los 3 meses.
  • Hipotonía, espasmos o rigidez importante.
  • Clara preferencia por mover una parte del cuerpo que otra.

Alteraciones relacionadas con la comunicación y la deglución

En general, los niños con PCI van a presentar alteraciones tanto en la adquisición como en el desarrollo del lenguaje y problemas motores que afectan al habla, la voz y la deglución. Estas alteraciones varían mucho de un niño a otro en función del alcance de la lesión a nivel motriz y de la posible incidencia de trastornos asociados (percepción visual, auditiva, táctil, etc.). Las dificultades más frecuentes son:

  • Alteraciones en el tono muscular y la postura: el tono muscular de estos niños puede ser excesivamente alto, bajo o fluctuante; con posibles dificultades para controlar los movimientos de la cabeza o del tronco, espasmos o contracciones excesivas de los músculos de la nuca, del cuello o de la cara. Esto repercute en la correcta emisión de la voz y del habla de los niños, ya que les puede resultar muy difícil la ejecución de movimientos precisos para emitir sonidos, siendo éstos totalmente irregulares. Asimismo, esta alteración de la musculatura y las dificultades en el control de los movimientos dificultan el correcto desarrollo de la deglución, pues resulta compleja la coordinación de toda la musculatura (labios, lengua, velo del paladar, etc.).

  • Alteraciones en la mímica facial: en algunos niños es lenta y pobre, mientras que en otros es exagerada (con gestos bruscos) o fija (permanecen en la misma posición); lo que puede resultar inapropiado para el contexto comunicativo en el que se encuentren.

  • Alteraciones en los reflejos orales: pueden no aparecer o, por el contrario, no desaparecer hasta edades avanzadas. Esto, además de dificultar la alimentación, entorpece la ejecución de praxias de la zona oral.

  • Respiración bucal: en general, no controlan el flujo de aire y, por eso, a menudo lo agotan al ir a hablar o hacen coincidir la inspiración con el intento de fonación. Esto repercute en el volumen y la emisión de la voz, apareciendo pausas inadecuadas y alterando la entonación, el ritmo y la melodía.

  • Alteraciones cognitivas: pueden existir alteraciones cognitivas que dificulten el correcto desarrollo del lenguaje, pudiendo encontrar una comprensión insuficiente del lenguaje hablado, un vocabulario reducido, lenguaje expresivo limitado, etc.

 

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